Economías Feministas

Portada del numero 47 revista nexe

Ya está disponible en pdf el número 47 de la revista Nexe donde nuestra socia Eli Rius ha escrito un artículo sobre Economía Social y Solidaria, Economía Feminista y retos que se presentan en torno al tema. Podéis descargaros aquí la revista entera y  a continuación os  dejamos el artículo de Eli: 

La conomía que soñamos es la que tenemos y habitamos?

La economía social y solidaria hace ya tiempo que existe y nos aporta una manera de hacer desde otro centro, priorizando las necesidades de las personas y de la naturaleza para poder después pensar de una manera más consciente qué gestionamos, intercambiamos, producimos, distribuimos y consumimos. Ahora bien, así como la economía solidaria surgió como una hija rebelde(1) de la economía social, poniendo sobre la mesa la necesidad de aplicar una economía más política que no olvide problematizar colectivamente todo lo necesario. economía feminista también llegó para decir que no sólo era importante lo que hacíamos sino también quien, el cómo y sobre todo desde dónde partimos para hacerlo. Aunque es un muy buen punto de partida para poder construir economías que piensen en la vida y no en el capital, no podemos obviar que sigamos en un mundo construido desde una mirada androcéntrica, cisheteropatriarcal, antropocéntrica, capitalista, mercantilista, productivista , capacitista, colonialista y racista. Y es precisamente lo que la Economía Feminista quiere revertir, aportando miradas que tengan en cuenta ese contexto en el que estamos. No podemos hacernos trampas en solitario pensando que por el mero hecho de construir economías que no buscan el afán de lucro y que velan por una gestión democrática, ya tenemos resuelta la parte humana y ecológica de cuáles son las relaciones de poder desiguales que se reproducen en estos espacios también.

¿Podemos decir que la economía social y solidaria es feminista? REAS(2) publicó un artículo en Pikara Magazine(3) donde con los datos del Balance Social(4) publicado en 2019 nos comentaban que un 46,20% del total de personas trabajadoras en el mercado convencional eran mujeres, mientras que en la economía social y solidaria eran un 63,05%. En los cargos societarios y políticos vemos 50,87% eran mujeres en el caso de la economía social y solidaria mientras que un 19% en la economía convencional. Si nos fijamos en la toma de decisión sólo con los datos del balance social, que es donde tenemos datos, vemos que significa una participación del 55% en el caso de las mujeres. También contamos con un 74,72% de organizaciones que contemplan medidas de mejora para la conciliación familiar y laboral y un 64,15% que generan espacios de atención y gestión emocional de cuidados. Podríamos decir, pues, que respecto a la brecha salarial y el techo de vidrio tenemos mejores datos en la ESS que en el mercado convencional, e incluso tenemos datos que nos indican que apuesta por replantear espacios y normas internas de mejora hacia una transición de incorporar la perspectiva de género. Pero si hablamos del total de datos de representación, y seguimos con los datos binarios que disponemos, podemos ver que sólo 1.196(11,24%) mujeres de 10.638 son trabajadoras en cargos societarios mientras que 1.155 (18,52%) de 6.235 son hombres. Y 1.374 (12,91%) mujeres de 10.638 se encuentran en los cargos de responsabilidad mientras que 921 (14,77%) de 6.235 son hombres. Y si hablamos de interseccionalidad tenemos la presencia sólo del 5% de personas trabajadoras extracomunitarias y 4% racializadas (5). Esto nos indica que todavía tenemos cosas que cuestionar y reflexionar sobre para quiénes estamos construyendo estas economías, así como también hacer un análisis más cualitativo de cómo estamos aplicando o qué valor le estamos dando a la incorporación de la perspectiva de género en nuestras culturas internas. ¿Realmente tenemos una voluntad firme de trabajar economías que piensen en la sostenibilidad de la vida? ¿En qué vida estamos pensando cuando lo hacemos? ¿Nos cuestionamos qué privilegios tenemos para poder avanzar hacia esa sostenibilidad sea una realidad para todas?

¿Cuáles serían los retos y/o resistencias que nos encontramos?

Si queremos soñar y hacer realidad una Economía Feminista, lo primero que quizás necesitamos sería plantearnos este espacio de reflexión respecto desde donde estamos aplicando la cultura organizativa y la identidad de nuestras entidades. Esto requiere tiempo de inversión y dedicación y ganas de revisarse y de auto-criticarse para después avanzar hacia un cambio de transformación del eje que pivota en nuestras economías transformadoras. Y este ejercicio es especialmente difícil ya que no existen modelos de referencia hegemónica sino que existen recetas de quien ha intentado aplicar esta mirada y ha puesto en práctica elementos que la hagan mover hacia lugares más cuidadosos con las personas y su entorno, o al menos a tomar conciencia de que esto está pasando y que debemos empeñar en trabajarlo.

Mayoritariamente este legado viene de espacios liderados por mujeres y que en nuestro contexto catalán contamos con una gran diversidad como son: Drac Màgic, Fil a l’agulla, l’Esberla, Cúrcuma, La Clara Comunicació, Las Kellys, MigrESS, Barabara Educació, Sindillar, Almena Feminista, Cos Salut, Mujeres Pa’lante, Col·lectiu Punt 6, La Clara Ser Gran, Coeducacció, t.i.c.t.a.c, Candela Acció Comunitària i Feminista, Coopnet, Cooptècniques, La Raposa, Ramaderes de Catalunya, NUS Cooperativa, Ca l’Abril y muchas más que seguro nos dejamos en esta lista que pretende dar un reconocimiento y visibilidad a todo el trabajo que han puesto y ponen a las personas que la forman, así como también de una larga genealogía aún más lejana que por falta de espacio no la podemos seguir ampliando aquí.

Parece que dentro de la ESS ya hemos aplicado, como mínimo discurso, la necesidad de velar por la paridad y hacernos conscientes de que esta diversidad es una necesidad colectiva. Ahora bien, la Economía Feminista no pretende únicamente buscar el aumento de representatividad para trabajar la equidad sino que nos marca un camino más profundo, asumiendo que debemos seguir trabajando por una conciliación de la vida familiar y social real, y que no genere una triple jornada(6) en el caso mayoritario de las mujeres para poder participar. Todavía hoy en espacios de apoyo mutuo feminista compartimos la dificultad de conseguir que las reuniones en las que se toman las decisiones sean compatibles con la sostenibilidad de las vidas. Aún seguimos con jornadas laborales que también son incompatibles. Y no nos auto engañamos con la flexibilidad horaria que ya la hemos vivido en pleno confinamiento y hemos visto el fuerte impacto que tenía en función de nuestros hogares, de si teníamos o no dependencia, y del reparto y co-responsabilización o no de las tareas domésticas. Aún no reconocemos suficientemente las tareas reproductivas y el trabajo de cuidados como elementos esenciales de sostenibilidad de nuestras economías.

Esta realidad vivida con la sindemia(7) nos deja clara la imagen de futuro que se está proyectando desde una visión macrosocial. A pesar de ser un momento adecuado para poner en cuestión que las economías hegemónicas no están respondiendo a la necesidad de cuidar las vidas, y de todas las vidas, lo que se ha hecho es seguir con el mismo patrón, edulcorando los discursos o incluso apropiándose de palabras bonitas que no dejan de enmascarar la cruda realidad: el capital sigue ganando en el conflicto capital-vida y los privilegios siguen invisibilizados. Ahora el capitalismo verde y el tecnológico ganan la partida de competición para la apropiación de unos fondos que parecen caer del cielo, los Next Generation. Parece que nos hemos olvidado de la crisis de 2008 y que el sistema de funcionar con captación de deudas no es demasiado sostenible en el tiempo, ni equitativo para todas. Todo apunta a una mayor destrucción de trabajo asalariado y más tecnología digital, menos espacios agroecológicos por más espacios de energías renovables sin sentido. ¿Queremos realmente convertirse en una economía para la vida? ¿Pues cómo hacemos que sea realmente solidaria, diversa y ecofeminista?

Tenemos un espacio fértil para poder ensayar esta transición. Tenemos prácticas e iniciativas que nos guían de cuáles serían los ingredientes necesarios, pero debemos tener claro que necesitamos dar reconocimiento y visibilidad, renunciar a ciertos privilegios y entender que aplicarla es una cuestión prioritaria y un beneficio común y no sólo una tasqueta que debemos fijarnos desde la superficie. ¡Repensamos nuestras economías transformadoras asumiendo este reto y enredémonos para hacerlo posible!

(1) ¦Estivill, J.; Miró, I (2020). La Economía Social y Solidaria en Cataluña. Fundamentos teóricos y retos estratégicos. Barcelona: Icaria.

(2) Red de red de Economía Alternativa y Solidaria

(3)  Atienza de Andrés, M. (2019, 20 de Noviembre). La Economía Solidaria también es feminista. Pikara Magazine. Recuperado de: https://www.pikaramagazine.com/2019/11/la-economia-solidaria-tambien-feminista/

(4)  Herramienta de la Economía Social y  Solidaria que se utiliza como un auditoría interna para medir cómo se encuentran las entidades con los valores que promueven. Y en concreto datos respecto al impacto social, ambiental y de buen gobierno. https://mercatsocial.xes.cat/ca/eines/balancsocial/

(5)  Datos del informe del Mercado Social 2019.

(6) Se llama triple jornada a tener dedicación al trabajo productivo/remunerado, reproductivo y al de la militancia.

(7)  Hay varias personas científicas que afirman que estamos en una sindemia y no en una pandemia. La diferencia de enfocar hacia este concepto es ver la enfermedad infecciosa con un componente extra que sería las afectaciones desiguales que se generan en los diferentes contextos sociales con ella.