2020 un año que recordaremos mundialmente como un año lleno de turbulencias por el estallido de una crisis sanitaria que nos ha dado la vuelta a todas y nos ha impactado social y económicamente como nunca hemos visto antes. Una crisis que ha invisibilizado a otras crisis, que ya se venían reivindicando desde hace más tiempo, como la crisis de los cuidados con impactos transnacionales o la crisis ecológica que ya nos alertaba de que había posibilidades de vivir esta pandemia y que todavía tenemos un largo camino para trabajar y sobrevivir en un entorno del que somos interdependientes.

La COVID19 nos ha dejado un contexto social más individualizado que el que antes teníamos. Ahora todo ocurre desde tu hogar, si es que tenemos suerte de tenerlo y poder hacernos cargo de él, y las responsabilidades sociales son individuales. Y ante este contexto y con las crisis pasadas y actuales, nos quedamos en un espacio común donde todas las violencias que recibimos quedan aún más en territorio privado y con mayor grado de culpabilidad y sin salidas. ¿Y qué tenemos de todo lo que hemos trabajado hasta llegar aquí?

Han pasado 21 años desde que las violencias de género se encuentren dentro de la agenda política. 21 años desde que la Asamblea de Naciones Unidas asumió y declaró este día como la reivindicación de los movimientos y luchas feministas, poniendo en valor la conmemoración del violento triple asesinato de las hermanas activistas (Minerva, Maria Teresa y Patria Mirabal) en la República Dominicana en manos de la policía secreta del dictador Rafael Trujillo en 1960.

21 años que nos han dejado nuevas leyes y un compromiso político con la Agenda 2030 que pretenden erradicar las violencias de género. Un camino construido por muchas personas y entidades que han defendido, luchado y contribuido por un mundo más feminista, por un mundo en el que podamos estar todas sin sufrir violencias. Parecería que todo este esfuerzo de muchos cuerpos y tiempos de dedicación pueden generar un espacio social donde las relaciones de poder y discriminaciones sean minoritarias, pero la realidad es que no lo tenemos todo resuelto con estos objetivos políticos, ya que todavía nos queda mucho trabajo y lucha conjunta por avanzar.

Ahora que todo pasa por el ámbito privado, necesitamos reforzar aún más las políticas de prevención y sensibilización hacia la ciudadanía, debemos apoyar a todas las personas que por no cumplir con los roles y estereotipos heteropatriarcales más normativos reciben violencias cotidianas y lo toleraremos como sociedad. Parece que ya no tenemos tolerancia a la violencia física y, cada vez más, vemos que es rechazada contundentemente. ¿Pero qué ocurre con la violencia psicológica, cotidiana, sexual…? Éstas siguen sin ser reconocidas, y se pone el foco sobre las víctimas y en el ámbito privado.

Este 2020 no podemos olvidar que todo este camino co-construido quede colapsado por la pandemia. Debemos seguir apostando por la prevención y la sensibilización de la ciudadanía, por el compromiso político sobre la erradicación de las violencias y de las tolerancias sociales. Debemos repensarnos juntas, necesitamos más sororidad entre todas, pero sobre todo necesitamos que TODO el conjunto de la sociedad se implique en esta lucha y tengamos la conciencia de que necesitamos desculturizarnos de todas las visiones patriarcales que nos oprimen.

Todos los días es 25N, y en el 2020 y adelante también!